viernes, 26 de diciembre de 2008

sobrevivir en navidad


La Navidad es una fiesta religiosa que sin embargo, tiene caracter de fiesta nacional (como casi todas las fiestas religiosas). Llegadas estas fechas, grandes ostentaciones lumínicas que adornan calles y escaparates empiezan a contaminar, los árboles se multiplican, simulan cobrar vida pese a ser en su mayoría, de orígen artificial (gracias). Los villancicos se convierten en música ambiental, la figura de Olentzero o Papá-Noël en omnipresente, los niños y niñas de San Idelfonso cantando el gordo, las angulas o las gulas en la mesa, las mesas con cantidades ingentes de comida, el turrón y el cava, los Xmas de felicitación, la cabalgata de los Reyes Magos, las grandes superficies atiborradas de gente comprando compulsivamente, las obligadas visitas a los parientes y un sinfín de actuaciones que cada año cobran vida en la misma época nos incitan a consumir irreflexivamente apelando a los valores que los cristianos se atribuyen y que dieron orígen a la festividad.
Encontramos en la Navidad una época perfecta para el consumo irrefrenado y para la manipulación sutil y no tan sutil que obliga a hacer regalos a familia, amigos... sin saber muy bien el porqué, a sentarnos a la mesa durante las tediosas comidas de empresa con aquellos compañeros/as o jefes con los que nada tenemos que conversar.
¿Hay algo más triste que sentarse a la mesa con alguien al que nada tienes que decir?
Quizá el ser humano no acabe de creerse eso del paraíso. Quizá necesitamos una época a lo largo del año en la que sentirnos buen prójimo, buen/a amigo/a, buen/a hijo/a, buen padre, buena madre, buen amante...eso sí, no haciendo una introspección en nuestras vidas y en nuestro día a día, sino utilizando la cartera y a golpe de billete, mostrar lo mejor de nosotros mismos.